Esta trilogía de libros la tuve que suspender por los enormes recuerdos que me traía. Recuerdos que me encargue de enterrar profundamente en el archivo muerto de mis recuerdos. Pero entre más avanzaba con estas lecturas más recuerdos se despertaban, hasta que tuve que parar definitivamente. Si, yo tuve a mi propio Christian Grey, un hombre con una profunda y divina mirada, con el control absoluto dentro de una sola palabra, con arrebatos de pasión en los rincones del mundo. Y sí, por un momento me sentí atrapada en un mar de confusión, pero todo eso no tuvo sentido sin amor. Desde el primer hasta el último día supe que era pasajero, de esos momentos que tocan tu vida y pasan.
Cuando se terminó el ascensor cerro con un bajón que me sacudió hacia las entrañas del sótano, solo habría que voltear y apretar el botón a PH y al subir dije Adiós Universo,
Adios 50 Shades.
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