27.5.13

Cincuenta Sombras...

Esta trilogía de libros la tuve que suspender por los enormes recuerdos que me traía. Recuerdos que me encargue de enterrar profundamente en el archivo de mi mente y mi corazón. Pero entre más avanzaba con estas lecturas más recuerdos se despertaban, hasta que tuve que parar definitivamente. Si, yo tuve a mi propio Christian Grey, un hombre con una profunda y divina mirada, con el control absoluto dentro de una sola palabra, con arrebatos de pasión en los lugares menos imaginados. Y sí, por un momento me sentí atrapada entre sentimientos inexplicables.  La intimidad era increíble, profesional, hermoso, pero todo eso no tuvo sentido sin su amor. Desde el primer hasta el último día supe que era un hombre pasajero, de esos que solo tocan tu vida y siguen sin ti su propio camino.
Cuando se terminó, solo busque acurrucarme y recuperarme de alguna manera, sanar mi fe rota. Pues a pesar de que sabía que era pasajero, siempre tuve esa pequeña esperanza que yo sería su excepción. Cuando se terminó, el ascensor cerro con un bajón que me sacudio hacia las entrañas del sótano y hacia mi infierno personal.
Felizmente todo eso hoy es un gran recuerdo y por eso dejo este recordatorio de no volver a tocar esta lectura, como me prometí no volver a mirar al pasado, así que como un día dije...  Adios Universo, hoy digo Adios 50 Shades.


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