11.9.12

Pies Envinados

Noche de jueves: velas, música y vino amenizan el ambiente mientras preparo la cena que daré a tres amigas que no frecuento hace  un par de años.
Vero, la primera en llegar, de menuda figura,  carácter fuerte por un joven divorcio, un hijo adolecente, una jefa explotadora y la pérdida de sus seres más cercanos, pero siempre en búsqueda del amor. Enseguida llega Janneth, con alegría permanente en la sangre, un feliz matrimonio de 13 años pero dolor de no haber podido ser  madre aún. Finalmente llega Raquel, una mujer fuerte, guerrera, recientemente regresó con su ex marido tras una gran infidelidad que decidió perdonar, aunque todos los días piensa en el hombre que le ayudo a recuperar la seguridad y de quien se enamoró como quinceañera mientras estuvo separada, tristemente lo sacrificó por su amor más grande: su hijo a quien quiere darle una vida cerca de su padre.
Cuatro mujeres tan diferentes pero con algo en común: encontrar, mantener u olvidar el tan cotizado amor. La noche avanzó y cada una tomó su turno para contar a grandes rasgos, los logros y fracasos vividos en este par de años. Las botellas se vaciaban junto con nuestras historias, las risas eran testigos del buen rato, la música subía de  nivel junto con nuestras confesiones. No notamos el paso del tiempo. Cantamos y brindamos mientras  juramos hermandad para toda la vida.
Horas más tarde me despertó un mareo que me hizo correr al baño a sacar el alcohol que recorría mi cuerpo, me atacaba un terrible dolor de cabeza, fuertes  palpitaciones en mi cerebro hinchado a causa del vino. Mi ropa y el ambiente olían a cigarro. Mi almohada tenía manchas de rímel y mis ojos estaban hinchados. Mis labios manchados de morado me hacían sospechar que es un truco de los vitivinicultores para que no olvide que abusar de esta delicia de bebida tiene sus consecuencias como abrir la boca de más, no solo para tomar sino para hablar.

Mientras me doy un baño caliente y desayuno, recuerdo haberles contado sobre Carlos, y haberle echado la culpa de la resignación ante el fracaso de mi vida amorosa.

Limpié el desastre y recogí del piso los kleenex que patrocinaron mi llanto de la noche anterior, al haber encontrado culpable a Carlos por la muerte de mi inocencia,  pues a los 15 creía que estaríamos juntos y seríamos felices para siempre. Carlos fue mi primer novio y el primero que me rompió el corazón cuando lo encontré besándose con mi mejor amiga en mi fiesta de quince años. Ahí fue mi primer encuentro con la realidad. Desde entonces, nunca regrese a ese mundo de fantasía en el que me hicieron creer los cuentos de princesas de mi infancia . Y así fue como forjé mi escudo con esa primer historia que abrió la puerta  a mi vida amorosa y como dicen en una de mis series favoritas: “Que sería en estos tiempos de Blanca Nieves si el príncipe azul no habría aparecido, ¿habría dormido eternamente  en su ataúd de Cristal?, o tarde o temprano habría despertado, habría escupido la manzana, buscado trabajo, un buen seguro y un hijo en el banco de esperma? No pude evitar plantearme, si dentro de cada mujer soltera, independiente y segura de si misma, no habría una PRINCESA frágil y delicada, esperando que alguien la RESCATARA…”
En una gran bolsa de basura se fueron las sobras de botana, decenas de colillas de cigarro, 5 botellas vacías, centenares de kleenex, la resaca y un florero roto que usamos de micrófono, mientras interpretábamos canciones de amor y desamor.

Se rescató no querer  tomar de esa forma, menos cuando trabajas al día siguiente y el recuerdo del aprendizaje de que  la vida no siempre es igual que en tus fantasías, por eso necesitas amigas de verdad que te ayuden a poner los pies en la tierra.

No hay comentarios: