Un día cualquiera, apareció, con profunda mirada y una oferta sin futuro en la mano. Te detuviste y te envolviste con el calor de su presencia y sus dulces palabras, te olvidaste de lo que prometiste no volver a hacer. Peor aún, mandaste al desván la lista de lo sabías que no querías.
Te sentiste valiente al atreverte y prometiste no ser más una cachivera emocional. Claro, creías que esta vez sería diferente. Te regaló grandes alas con las que volaste alto por un cielo que parecía despejado y seguro. Distraída y tonta, ignoraste claras señales de peligro, hasta que llegó el día en que un gran rayo partió tu vuelo.
Accidentada, desemplumaste las alas de segunda, asegurándote de que nada ni nadie pudiera hacerlas volar de nuevo. Cerraste la fábrica de sueños que re-abriste por él: un hombre que hizo grandes inversiones en promesas con ganancias que auguraban ser altamente redituables.
Clausuraste los abrazos en descuento, besos al tres por uno y empacaste las sonrisas de cortesía. Solo intentabas encontrar la forma de desaparecer la sensación insoportable en el centro del pecho que te ahogaba al recordar el momento en que lo encontraste con otra.
Te sentiste valiente al atreverte y prometiste no ser más una cachivera emocional. Claro, creías que esta vez sería diferente. Te regaló grandes alas con las que volaste alto por un cielo que parecía despejado y seguro. Distraída y tonta, ignoraste claras señales de peligro, hasta que llegó el día en que un gran rayo partió tu vuelo.
Accidentada, desemplumaste las alas de segunda, asegurándote de que nada ni nadie pudiera hacerlas volar de nuevo. Cerraste la fábrica de sueños que re-abriste por él: un hombre que hizo grandes inversiones en promesas con ganancias que auguraban ser altamente redituables.
Clausuraste los abrazos en descuento, besos al tres por uno y empacaste las sonrisas de cortesía. Solo intentabas encontrar la forma de desaparecer la sensación insoportable en el centro del pecho que te ahogaba al recordar el momento en que lo encontraste con otra.
No sabías qué hacer con tanto amor. Lo sacaste a gritos, maldijiste toda su ascendencia y lloraste hasta enterrar el último recuerdo. Un día, finalmente, dejaste tus desayunos de perplejidad cuando aceptaste que su empeño por decepcionarte tenía historia. El final solo fue el postre de la realidad que te aferraste a no querer ver.
Festejas por aferrarte nuevamente a la promesa de no volver a dejar que te rompan el corazón ni creer en historias baratas, entendiste que hay que tomar seriamente las señales que siempre son claras pero cubrías con esperanza.
Entonces sales a la calle con los labios pintados de sonrisa, un nuevo look, recuperada y más fuerte que nunca. Has perfeccionado tu puntería, has nutrido tu lista de lo que no quieres, remarcado lo que quieres y felizmente avanzas con un aprendizaje más.
Explicablemente no tienes miedo y sabes que llegará el día en que tengas nuevas y más grandes alas y con ellas las ganas de volver a emprender el vuelo, esperando que sea más largo y alto. Porque, a pesar de todo, no hay mejor sensación que estar enamorada como una estúpida, sin importar el tiempo que dure. Entonces valdrá nuevamente la pena y te entregaras, esperando estar lo suficientemente preparada para que no comentas ningún error catastrófico cuando por fin te encuentres con tu gran amor de la vida.
Así que mientras aprende y disfruta del viaje.
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